![]()
"Si no quiere usted verse como una foca gorda y bigotuda, métase a un gimnasio, deshágase de esas horrorosas llantas que al sentarse se doblan como acordeón, póngase a dieta, brinque la cuerda, levante pesas, cánsese como loca y luzca tan guapa como Briggitte Bardot antes de la devaluación."
Después de un buen rato de cavilar entre ir‚ o no ir‚ seducida por el mensaje publicitario, ahí va una a apuntarse a un gimnasio para hacer crecer las pompis, rebajar panza y perder la escultural cintura de gallina que nos heredaron la fabada y la paella de la semana pasada. Ahora hay que dejarse guiar por el entrenador quien, con aire entre parsimonioso y pedante, le dirige a una en el espantoso sacrificio de hacer ejercicio:
"Uno, dos... baja los brazos, alza la pata, saca el aire...así, así como si fueras contorsionista..."
¡Señor! ¿Qué‚ pensarían mis alumnos si me vieran?
Y luego las dietas: nada de arroz, nada de quesos, olvídate de los espaguetis, de las empanadillas y de los bizcochos. Te haces un poquito la loca y a media noche, como ratón que anda por la cocina, abres el mircroondas y le metes un platote de enchiladas con mucha crema, pensando que nadie se va a dar cuenta, hasta que el escándalo del aparato que avisa que tu alimento está listo, te ha delatado, despertando a los de tu casa, que no te quieren ver gorda, y entonces las luces se encienden, una voz te recuerda que estás a dieta, mientras que a ti no te queda otra cosa que resignarte y... ¡adios enchiladas!
Qué suerte de aquellas abuelas que se podían alimentar como barril sin fondo, o aquella Mata-Hari que seducía con alquel su cuerpo de tamal (¡ay!, ¡tamal!), despreocupadas de sus redondas lonjas y del cachete abultado. Desde que se inventaron las flacas, el mundo vive en la infelicidad y la pesadumbre sin comerquesadillas y probar pasteles; bebiendo solamente café negro sin azúcar, tomando galletas de metercal, viviendo de recetas dietéticas y endulzándose la vida con sacarina.
Flacura, dietas, ejercicio, palabras que atormentan a las que aman los chicharrones, los caldos de pollo con mucho garbanzo, el tapule, el alioli con papas, los chongos zamoranos y los turrones de Alicante.
La verdad, dan ganas de hundirles la cara en harina a todos aquellos que inventaron las modas de flacas.
Ahora, ya el cambio estético está, y ¡ni modo! si no queremos parecer piñatas decembrinas a la hora de arreglarnos, hay que seguirle duro y dale en el gimnasio:
"Músculo, músculo, puro músculo, músculo quiero ser..."
|